Este artículo es el tercero de cuatro artículos que describen las etapas del cristiano en su crecimiento espiritual. Este caminar es similar al caminar que tuvo el pueblo de Israel en su marcha hacia la tierra prometida.
La primera etapa es Egipto, aquí morimos al mundo, en la segunda etapa el Éxodo morimos al pasado. En esta tercera etapa estamos en El Desierto donde morimos al Yo.
En las etapas anteriores, Egipto y El Éxodo nos enfrentamos a nuestro pasado, a nuestro cambio de costumbres, valores y a nuestra toma de decisiones. Este es un proceso gradual. Aprendemos a conocer y a tomar control del nuevo mundo que nos rodea y la nueva vida que Dios nos ha dado. Ahora estamos listos, es tiempo de enfrentarnos a nosotros mismos.
¿Qué significa el desierto en el camino espiritual?
El desierto representa la escases, la carencia, la sobreviviencia. Este es el momento donde Dios nos despoja de todo lo que es impresindible para nuestras vidas y vivimos dependiendo de su providencia, de su cuido, y de su favor. Es el momento de aprender a vivir por fe.
Recordemos que Jesús tuvo que ser llevado al desierto antes de comenzar su ministerio. De manera que, todos somos llamados a experimentar esta etapa si deseamos seguir a Jesús. Tenemos que imitarlo, Jesús es nuestro modelo.
¿Qué aprendemos en el desierto?
En primer lugar, recordemos que dependemos sola y exclusivamente de Dios. Nuestros recursos son limitados. Cuando no tenemos nada y dependemos de que Dios nos supla, aprendemos a comunicarnos con Dios. Su respuesta a nuestra oración, su silbido apacible, y su provisión son testimonio de su cuidado. Aprendemos a reconocer su voz, y a entender lo que nos comunica. Puesto que ya no estamos rodeados de la algarabía del mundo, ahora podemos escucharlo.
El desierto nos lleva al proceso de discipulado.Aprendemos a ser como Jesús. ¿En que sentido? Aprendemos a ser obedientes, pues Dios es quien dirige nuestro camino. La obediencia implica que ya no hacemos lo que queremos, sino lo que el quiere que nosotros hagamos. Por consiguiente aprendemos a morir al Yo.
En nuestro proceso de aprender obediencia, nos enfrentamos con nuestra resistencia y Dios confronta nuestras conductas, actitudes, y flaquezas. Muchas de estas conductas y actitudes son resultado de nuestras experiencias y heridas del pasado. Estas heridas que no conocemos, detienen nuestro crecimiento, pertenencen al pasado y son parte de lo que debe de ser restaurado. De manera que este es el momento de enfrentarnos con nosotros mismos pues somos nuestro peor enemigo.
Deberas examinar todo aquello que contamine tu corazón, tu mente y tus emociones. El resultado de estas acciones, nos llevaran a estar en paz con Dios, con nuestros semejantes y con nosotros mismos.
¿Cúal es el resultado de vivir en el Desierto?
Al final de este proceso Dios nos ha moldeado como barro en manos del alfarero. En este proceso hemos aprendido a quitarnos la vestiduras viejas. Ahora el viejo hombre es parte del nuestro pasado. Ya no pensamos como pensabamos, ya no nos comportamos como en el pasado. Hemos cobrado una nueva identidad. ¡Somos una nueva criatura en Cristo!
¿Y que ha cambiado en nosotros? Nuestro hombre interior. Este se refleja en nuestra vida, en nuestro hombre exterior. Es nuestra esencia, nuestra verdadera vida, la que nunca perece. La que va a morar con el Señor.
Este proceso contesta la pregunta de Nicodemo; ¿Y cómo puede un hombre nacer siendo viejo? Nacemos a una nueva vida, una vida espiritual. Es el modelo de persona que Dios desea para nosotros. Esta nueva criatura se va renovando de día en día. Cuando Dios lo decida, estaremos listos para marchar hacia la tierra prometida.
¿Qué sucede si no deseamos el cambio?
El Desierto es una etapa dificil en la vida del creyente. El proceso de morir al Yo es agonizante. También lo fue para Jesús cuando se enfrentó al desierto y cuando murió en la crúz en obediencia al padre. Hay ocaciones en que nos revelamos y no deseamos conituar el viaje. Cuando esto ocurre solo tenemos dos alternativas:
a.Podemos quedarnos en el desierto contendiendo con Dios. Nunca podremos llegar a la tierra prometida pues Dios es quien te da la salida. No podremos continuar el viaje.
b. Podemos dar marcha atras y regresar a Egipto donde volveremos a ser esclavos del pecado.
La desición más sabia es la de marchar hacia adelante y permitirle a Dios hacer los cambios necesarios. Este es el proceso donde Jesús ya no solo es nuestro salvador sino que se ha convertido en nuestro Señor. Las bendiciones que recibiremos con esta desición seran mayores que todas las perdidas que hemos tenido a lo largo del camino. Tal vez, lo hemos perdido todo pero ¡hemos ganado vida eterna!